martes, 20 de noviembre de 2012

Un edén: Jiuzhaigou

Se dice que un espejo bruñido por un dios cayó al mundo terrenal, convirtiéndose en cientos  lagos que pueden reflejar el color del  y  montañas, y cuya gracia es sobrenatural. Yo creo que es la forma más sensata de explicar el origen de un lugar como Jiuzhagou. 


Esta es una rosaleda que parece haber caído de las manos de algún pintor de trazo divino o salido de la imaginación empírea de una obra clásica. Lo cierto es que es difícil encontrar palabras y razones reales para un magno parque natural, en donde parecen haber nacido todos los colores del universo y en el cual aún se ocultan muchos otros, demasiado bellos como para dejar su emplazamiento celestial. 

Jiuzhagou, tierras elíseas de la China, presenta entre 600 a 700 kilómetros cuadrados de los símbolos más claros y explícitos de la belleza y la perfección. Es apacible y misterioso, imponente y portentoso, callado y brillante; como una poesía de versos floridos dibujada en la naturaleza; un país de hadas, como se le conoce, que a la vista demuestra encerrar algún místico y fantástico enigma.  


Está ubicado en el extremo sur de la cordillera de Minshan, a 330 km al norte de la capital provincial de Chengdu. Su nombre significa el valle de los nueve pueblos, haciendo referencia a aquellas comunidades tibetanas que se encontraban dispersas a lo largo de la zona montañosa. 

En esta Jauja, encontrarás expresiones de agua diáfana por donde mires, fuentes, arroyos, playas, más de 100 lagos, cascadas y cataratas dobles con caídas conmovedoras; rodeadas por el movimiento suave de un paisaje integrado por cientos de hojas y flores multicolores, por titánicas montañas de más de 1000 m de altura, y alrededor de 20 000 bosques, que bien podrían ser el hogar de delicadas ninfas. 





Un destino inefable. Donde el nombre de cada catarata, dimensiones y cantidades, o de cada mineral que vuelve coloridos y camaleónicos a cientos de los lagos, se vuelven datos efímeros, empequeñecidos ante la divinidad de un paraje que parece un espejismo idílico. Sólo con verlo nos queda bien en clara su majestuosidad y singularidad. Una respuesta a esas recreaciones que nos han perseguido toda la vida sobre cómo será el paraíso.  








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